MVP como jugador, fiasco como dueño: Michael Jordan tira la toalla al frente de los Charlotte Hornets
"He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. 26 veces han confiado en mi para tomar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y eso es por lo que tengo éxito".
En esta frase célebre, Michael Jordan, para muchos el mejor jugador de básquetbol de todos los tiempos, sintetiza su carrera dentro de la cancha: caer, levantarse, secarse las lágrimas y finalmente, producto de la persistencia, ponerse de pie para triunfar.
Sin embargo, en las oficinas, la historia ha sido un poco distinta. Porque Jordan, el del 6-0 en Finales, el de los cinco MVPs, el hombre que cambió el básquetbol, impulsó el negocio de la NBA como nunca antes y vendió más zapatillas que ninguno – entre otras tantas cosas – decidió tirar la toalla como dueño de los Hornets. Después claroscuros en continuado, de decisiones polémicas y desacertadas, Jordan se rindió. Tiró la toalla y dijo basta.
En definitiva, haber sido el mejor de todos dentro de la cancha no es indicativo de que se puede ser el mejor fuera. Hay casos de éxito en la gerencia, por ejemplo Jerry West, creador del Showtime en los Lakers, pero también casos para el olvido como Isiah Thomas en los Knicks. Hay, en definitiva, un poco de todo.
Pero en materia de dueños, Michael Jordan es posiblemente, sin exagerar, el peor de toda la historia.
Hemos visto en 'The Last Dance' las constantes críticas de MJ a Jerry Krause como gerente general de los indestructibles Chicago Bulls de fines de los años noventa. El tiempo le jugó una mala pasada a Su Majestad, porque el destino, como ocurre a veces, le provocó un giro inesperado a esta historia.
Aquellos dardos punzantes en forma de palabras son los mismos que hoy se le vinieron en contra.
El primer problema que tuvo Jordan fue él mismo. Es difícil decirle cosas incómodas a alguien que es para muchos el Dios del básquetbol. Si vas en contra de lo que cree, en vez de verlo como una ayuda, como una advertencia, él lo ve como una traición. Muchos no se animan a hablar y cuando alguien tiene la osadía de enfrentarlo y señalarle errores, el Rey baja el pulgar. O piensas como él o te vas. Jordan fue, en los Charlotte Bobcats, Luis XIV en Europa: "El estado soy yo". Y al igual que el legendario mandatario francés en Versalles, conocido como el Rey Sol, Jordan buscó brillar siempre él aunque la sombra la reciba el resto.
No se puede transitar el éxito sin tener un poco de autocrítica y sin escuchar a nadie.
"Creo que el mayor problema fue que no contrató gente a la que él puede escuchar", dijo Charles Barkley en 2012 a ESPN. "Una cosa acerca de ser famoso es la gente que te rodea. Pagas todas sus facturas, por lo que rara vez no están de acuerdo contigo porque quieren que pagues la cuenta. Quieren volar en tu jet privado y nunca estarán en desacuerdo contigo".
Su ego no le permitió construir algo más importante que él mismo. Recordemos los cruces con sus propios jugadores, o las veces que visitó los entrenamientos para jugar duelos individuales con aquellos jóvenes a los que luego les pagaba el sueldo. ¿De qué sirve humillar a un atleta en formación? ¿Qué sentido tiene? En continuado, a Jordan primero se lo respetaba y luego se le temía.
Por supuesto, hablamos de un genio que fue Midas y lo seguirá siendo: con sus manos, todo lo que tocó y toca es oro. Pero una cosa es hacer y otra dejar hacer: a la hora de bajar líneas y directivas, las cosas nunca fueron tan sencillas y claras. No alcanza con gritar o enojarse. Con despotricar y ofender. Ser dirigente es construir consensos. Como alguna vez escribió el danés Hans Christian Andersen en el Siglo XIX, a Jordan le pasó la leyenda que se narra en 'El traje del emperador', bastó que solo una persona reconozca que el "Rey iba desnudo" para que corra la voz y quede expuesto ante el mundo.
"Comprar los Bobcats fue la meta de la culminación de mi carrera: ser dueño de una franquicia NBA", dijo Jordan en 2010 en un comunicado, cuando pasó de dueño minoritario en 2006 a mayoritario. "Estoy contento por la oportunidad de lograr un equipo ganador en mi estado de North Carolina".
Tres managers generales acompañaron a Jordan en los Bobcats devenidos en Hornets desde su llegada. Rod Higgins primero (2007-2011), Rick Cho segundo (2011-2018) y Mitch Kupchak tercero y último (2018-actualidad). Jordan ha sido el hazmerreír de la NBA por sus decisiones, encarnadas en los distintos responsables de oficina. Cuando aún era presidente de los Wizards, drafteó a Kwame Brown con el puesto uno en 2001 y fue el fiasco que todos conocemos. Luego, ya en Bobcats, en 2006 drafteó en tercer lugar a Adam Morrison por encima de jugadores como Brandon Roy y Rudy Gay. O en 2011, cuando eligió con el séptimo pick a Bismack Biyombo encima de Kawhi Leonard, Klay Thompson y Jimmy Butler. Y en 2012, cuando seleccionó a Michael Kidd-Gilchrist con el puesto 2 encima de Bradley Beal (3°) y Damian Lillard (6°). Podría seguir con muchos más y la lista de pastillas difíciles de tragar sería enorme.
Ah, me olvidaba: en 2018 eligió a Shai Gilgeous-Alexander y lo cambió la misma noche a los Clippers por Mikal Bridges. Sigamos.
Desde 2010 a esta parte, los Bobcats tuvieron un récord de 419-595, vigesimosextos en toda la NBA, solo por detrás de Pistons, Magic, Kings y Timberwolves. Solo aparecieron dos veces en postemporada y perdieron en primera ronda: barridos por el Heat en 2014 y cayeron en siete juegos, también contra Miami, en 2016.
Jordan demostró, con su decisión de abandonar la franquicia como dueño, su lado más terrenal desde que levantó el trofeo Larry O’Brien en 1998 con los Bulls. Desde ese entonces hasta hoy, nadie cuestionó absolutamente nada sobre su proceder. Hablar de Jordan fue siempre referirse a una divinidad en el rectángulo de juego. No es para menos: se lo ganó merced a ser el jugador más brillante de la era moderna por kilómetros de distancia.
Genio dentro, fiasco fuera, su legado para el básquetbol no cambiará en absoluto. Las cosas no siempre salen como uno las espera, incluso para el mejor jugador de todos los tiempos.
Al final del día, somos todos seres humanos, con defectos y virtudes.
Caer, levantarse, secarse las lágrimas y ponerse de pie. Así es la vida para todos.
Incluyendo, por supuesto, a Michael Jordan.