Por donde se lo mire, hay historias vibrantes y apasionantes en los cuartos de final de la Champions League esta temporada.
Tomemos a Benfica, por ejemplo, que acaba de transferir por más de 350 millones de euros a cuatro jugadores que ahora militan en otros clubes que también llegaron a los cuartos de la competición –Joao Félix (126 millones de euros a Atlético de Madrid), Enzo Fernández (121 millones de euros a Chelsea), Ederson (40 millones de euros a Manchester City) y Rúben Dias (68 millones de euros)–, y que no llega a una semifinal de la Champions League desde hace 33 años, pero ahora está a punto de alcanzarla si logra vencer a Inter de Milán.
O el hecho de que tengamos tres clubes de la Serie A en cuartos de final por primera vez en 17 años; si tienes edad suficiente, esa idea te dejará boquiabierto. Hubo un tiempo en el que el fútbol italiano tenía las competiciones europeas sometidas. Esto es un renacimiento después de algunas épocas oscuras.
Entre ellos, Napoli, que se enfrenta a su rival de la Serie A, AC Milan. Los fanáticos seguidores del antiguo club de Diego Maradona nunca, en la historia napolitana, habían visto a su equipo llegar tan lejos en la Copa de Europa o en la Champions League. Pero, no lo olvidemos, tampoco habían visto a Napoli proclamarse campeón de Italia desde 1990: algo que está a punto de remediarse y con un estilo espectacular.
Bien podría llamarte la atención que Pep Guardiola llevara su proyecto de Manchester City a Bayern Munich, donde dirigió con éxito en el frente nacional pero nunca logró la ansiada Champions League. Ganó todo lo demás mientras estuvo ahí, cambió la ideología del club, entusiasmó con su fútbol… pero dejó a algunos tradicionalistas acérrimos añorando el arrogante "power-fussball" de la vieja escuela del Bayern, en lugar de algo demasiado bonito y geométrico.
Que la serie enfrente al nuevo entrenador de Bayern, Thomas Tuchel, con Guardiola le da un condimento extra. Amigos en cierto modo, rivales casi perpetuos, ya fuera en Borussia Dortmund y Bayern o en Chelsea y City, Tuchel es el brillante alumno con el que Guardiola intercambiaba apuntes, hasta que el alemán le robó los deberes, se reinventó a sí mismo como la criptonita de Guardiola y, como era de esperar, derrotó al catalán en la final de la Champions League 2021.
Pero perdónenme por intentar convencerles de que el cruce Real Madrid-Chelsea del miércoles es tan atractivo e idiosincrático como cualquiera de los otros tres duelos.
Chelsea es el club que tomó el casi cuarto de siglo de política "galáctica" del presidente de Real Madrid, Florentino Pérez (fichar a los mejores jugadores, de cualquier edad; contratar a los mejores entrenadores; no esperar pacientemente el éxito antes de repetir la fórmula) y la convirtió en un completo desastre.
Es como si sus propietarios multinacionales -Todd Boehly, Behdad Eghbali, José E. Feliciano y Mark Walter- de alguna manera se hubieran hecho con los planos de Pérez que le valieron al Madrid 33 trofeos desde 2000 (incluidas seis Champions Leagues y cinco Mundiales de Clubes), hubieran derramado sobre ellos varias copas de champán barato, hubieran secado las páginas húmedas con un secador de pelo, las hubieran puesto patas para arriba y las hubieran leído al revés.
Desde que Boehly y compañía tomaron las riendas de Chelsea en mayo del año pasado han: gastado más de 600 millones de euros en jugadores hasta hinchar la plantilla; contratado a tres entrenadores diferentes; contratado a codirectores de fútbol (que tienen un director técnico por encima); prescindido de la experiencia fundamental de los exdirectivos Marina Granovskaia y Petr Cech; y se han hundido hasta 12 puntos por encima de la zona de descenso de la Premier League.
De sus equivalentes galácticos -Félix, Fernández, Mykhailo Mudryk y Raheem Sterling– ninguno es centro delantero, algo que le hace mucha falta a Chelsea y que le ha faltado durante toda la temporada. Inexplicable.
Este equipo, ahora dirigido nuevamente por el legendario Frank Lampard hasta el verano tras el despido de Graham Potter, ha marcado menos de un gol por partido en la Premier League. Sólo seis equipos tienen menos.
Lo que ha hecho el sorteo de la Champions League, quizá injustamente, es poner bajo la lupa el proyecto de Chelsea.
Madrid sólo ha empleado a un director de fútbol de manera intermitente durante los últimos 23 año, y en las raras ocasiones en las que lo hicieron, uno de ellos fue Zinedine Zidane, que sabe bien lo que hace. Bajo ninguna circunstancia, Pérez hubiese diezmado su propio control del club con la contratación de dos directores conjuntos de fútbol con toda la envidia, el poder político y las deslealtades que eso inevitablemente hubiese causado.
La política de Madrid, al inicio de su era Galáctica de invertir a lo grande para fichar una calidad magnifica, les significó la incorporación de Zidane, Luis Figo, Ronaldo Nazario y David Beckham. Todos ganadores habituales y jugadores experimentados que aportaron su conocimiento masivo para manejar la presión, generar ganancias para el club y convertirse en estrellas.
La política de Los Blancos, hacia el final del reinado de Pérez, ha sido invertir para superar a cualquier otro rival europeo en talentos jóvenes de elite como Vinicius Jr. (€45m), Rodrygo (€45m), Fede Valverde (€6m), Eduardo Camavinga (€31m), Aurelien Tchouameni (€80m) y Eder Militao (€50m), todos fichados en su adolescencia o apenas cumplidos los 20.
Esos seis futbolistas – que tendrán roles significativos mientras que Madrid ELIMINA a Chelsea de su última competencia con chances de ganar esta temporada y les niega la posibilidad de jugar en la Champions League el año que viene – pasaron a Madrid por apenas el tercio de lo que Boehly, Eghbali & Cía. han gastado desde junio.
Hay una clara evidencia de negocios y brillantez empresarial entre los propietarios que adquirieron Chelsea. En sus existencias previas. Es una deducción razonable que, con el tiempo y la rápida asimilación de las brutales lecciones que han aprendido en estos últimos meses (y que probablemente aprenderán de la mano de los actuales campeones españoles, europeos y del mundo), los Blues no sólo podrán ordenar este caos, sino que también podrán volver a ser competitivos.
Alex Pareja y el análisis previo del choque por los cuartos de final entre Real Madrid y Chelsea. El juego de ida será este miércoles en el estadio Santiago Bernabéu.
Lo extraño es que Boehly y Eghbali, en particular, pasaron tanto tiempo orquestando una estrategia para comprar el club y cultivando aspiraciones para invertir sumas gigantescas en los talentos de fútbol más brillantes, pero al parecer no han hecho un estudio del caso sobre Pérez, Madrid y cómo adoptar estrategias exitosas de ataques por sorpresa cuando se trata de incorporar una serie de talentos de clase mundial y un entrenador brillante a un escuadrón ya establecido.
Había mucho por aprender: cosas buenas, malas, experimentos fallidos, reglas básicas, filosofías exitosas, que, teniendo en cuenta que Boehly primero intentó comprar a Chelsea hace unos cuatro años, hubiese podido copiar y pegar de sus rivales europeos para que finalmente la compra y la toma del control no se hubiese visto como una imitación pastosa, mal ejecutada y pálida del proyecto Galáctico.
¿Estaremos siendo demasiado duros con Chelsea? No es esa la intención. Dentro de su recargado escuadrón, hay algunos jugadores muy talentosos, sedientos de victoria y potencialmente importantes.
Sin embargo, van a tener que fichar a un portero de clase mundial y sumar un delantero central que anote muchos goles (probablemente el hombre de RB Leipzig, Christopher Nkunku, por unos €60m en el verano). Pero una vez que contraten a un entrenador de elite (el ex DT de España y Barcelona, Luis Enrique Martínez, sería una elección astuta) y el plantel se deshaga de sus impedimentos, el club podrá restaurar su credibilidad, su amenaza y convertirse en un proyecto interesante.
El fútbol es un deporte tan idiosincrásico que quizá mi sugerencia de que esta caótica versión de Chelsea no puede producir el XI adecuado con las estrategias indicadas y la mentalidad de elite dos veces en seis días quedará atascada en el fondo de mi garganta. Lo dudo, pero ya veremos qué es lo que sucede.
Al mismo tiempo, sigue siendo muy raro que, teniendo en cuenta que Real Madrid era un caso de estudio perfecto para los nuevos propietarios de Chelsea del cual seguir los pasos, hayan elegido cometer el pecado capital de pretender reinventar la rueda y, en las etapas iniciales, sufrir algunos pinchazos mientras lo intentaron.